lunes, 22 de octubre de 2012

Interraileando, reflexiones finales

Parece mentira que hayan pasado solo tres semanas entre los nervios y las ganas del primer tren y la tristeza mezclada con cansancio del último. Pocas veces se me había pasado el tiempo tan rápido y pocas veces he tenido más ganas de pararlo, de ser capaz de saborearlo, de estirar los momentos.

No sé cuántos trenes, estaciones, lugares, cruces de caminos. Camas y más camas y más compañeros de habitación e historias que iban, venían y se quedaban un poco flotando en el aire. Museos, plazas, iglesias, calles, tiendas, ¿he dicho ya trenes?, rincones y más rincones que me han dejado conocerlos y me han contado un poquito sobre ellos. Cosas que me esperaba y cosas que no, pero ante todo una sensación de aprender que llegó a rozar lo abrumador y que espero ser capaz de canalizar de modo que todo se quede conmigo.


Las ansias, la planificación del primer día en Colonia. Hamburguesas en Hamburgo. La primera visión del Rathaus y la noche por St Pauli. Trenes que se meten en barcos. Copenhague y su lluvia curativa. El Staten Museum for Kunst y el chico de debajo de la cama. Noches de dormir lo justo. Buenas noticias. Berlín me recibe gris, triste y mojada. No nos entendemos pero me enseña muchas cosas. Me abruma un poco. Praga sabe a casa, a queso frito y a cerveza checa. Chicos que te tratan como una princesa, y otros que te amargan el viaje. Viena me espera imperial para celebrar mi cumpleaños. Me empapo de Sisi, me enamoro de un Renoir, no acabo de congeniar con Klimt. Me voy rápido pero le prometo que volveré. Salzburgo fugaz, noche de cerveza y mañana de turisteo rápido. Volver a flotar en Bérgamo. Verona con agua y sin Romeo, sopa caliente y Cartas a Julieta. Saltar a un cuadro de Canaletto y llegar a Venecia. Amor a primera vista. Chapotear por San Marco, pizza en Dorsoduro, perderme con la esperanza de no encontrarme y poder quedarme allí. Florencia. Arte. Emborracharme de cuadros religiosos hasta recitar listas de santos por inercia. Atardece. Huele a final. Última parada en Interlaken. Noche de risas y chicos rubios, día de naturaleza por eso de que haya de todo. Última cena. Última noche. Último tren. Como si nada.



Hay experiencias que te enseñan tanto, que te llevan a vivir cosas tan diferentes que es imposible que no te cambien un poquito. Me siento algo más llena, como quien ha llegado a conocerse un poco más a base de conocer cosas nuevas. No sé si ha sido lo que esperaba, u otra cosa, pero sé que ha sido fantástico. Que ahora es tiempo de asimilar, ordenar todo lo vivido, guardar cada vivencia en su cajón. De seguir saboreándolo de algún modo. Y como no, de empezar a pensar en como preparar el próximo viaje, lleve a donde lleve.

Y a los muchos que me habéis dicho estos días eso de "qué envidia me das, no sé si ahorrar y hacerlo yo también"....No sé a qué estáis esperando.


1 comentario: